viernes, 22 de julio de 2016

3. UNOS QUE VIENEN Y OTROS QUE SE VAN. 2007-2011

Podría contar mil anécdotas de aquellos dos últimos años en el Herrera, pero esta es mi historia sevillista. 

En octubre de 2007 dimitió el hasta entonces mejor entrenador de la película, Juande Ramos. Manolo Jiménez, por su merecidísimo trabajo en el filial, se convirtió en el nuevo míster. La Champions llegó a Nervión y, a pesar de estos problemas, conseguimos el primer puesto en la fase de grupos de la Champions League, por delante del Arsenal, cayendo posteriormente en octavos por penaltis ante el Fenerbahçe.

En el año siguiente la plantilla empieza a perder calidad por la venta de, entre otros, Poulsen, Keita y Dani Alves. A pesar de ello se obtuvo la 3ª posición en el campeonato, logrando el récord histórico de victorias a domicilio e igualando la mejor marca de victorias en Liga, 21, conseguida dos años antes. El entrenador es siempre el primer responsable cuando las cosas van mal, pero cuando van bien su labor suele ser desconocida. Quizás convenga definir también qué es una buena temporada para el Sevilla de entonces y de ahora. No hemos cambiado tanto.

Podría contar mil anécdotas futbolísticas de estos dos años, pero no me apetece. Creo que todos los sevillistas conocen el Sporting de Braga, a Keisuke Honda o a Volkan Demirel.

 
A punto de repetir cuarto de la ESO, entro en el I.E.S. Nervión un 15 de septiembre de 2009 para hacer primero de bachillerato. Fue el día que conocí a mi hermano de otra sangre, pero al sevillista, el Ramón. El salón de actos a rebosar, los nuevos bachilleres en las últimas filas y dos sillas libres. Javi Salamanca y Pepe Alonso, mis únicos amigos del barrio en ese curso, me dicen que me siente en una. La sala se llena y solo queda libre el asiento de mi izquierda. Ya comenzado el acto llega tarde el ínclito. Saluda a todos los notas del instituto mientras el director sigue hablando, lo que forma revuelo. Se sienta a mi lado y me dice:

-¿Tú eres el portero del Cautivo, no? -A lo que le respondo que se equivoca, que ese es mi hermano-. Tú te pones en la portería, que tú achantas-. Minutos después me acoge en la primera santa fila de Primero C, donde conocimos, entre otros, a Alberto Moreno.


Deportivamente, la vida nos vengó, nos dio una segunda oportunidad aun cuando el Sevilla se equivocaba en la gestión de un gran club. Ya como abonados en Fondo, vimos como se sobrepagaba a esos jugadores que lo ganaron todo apenas dos años antes, junto a esos nombres (que no hombres) que se trajeron. Es la única explicación posible para que Renato y Duscher jueguen juntos en el mismo once titular. Una Copa del Rey espectacular, en la que el Sevilla volvió a dar la sensación de ser peor que sus rivales, pero que volvimos a ganar. Los mejores partidos del más cuestionado por su edad, San Andrés Palop Cervera. Quizás el mejor, el de la vuelta en el Camp Nou. La eliminatoria del Deportivo, con Caroline, mi intercambio de París, pasada por agua en Nervión. La destitución de Manolo Jiménez me cogió en París de intercambio, una absoluta injusticia periodística. El gol de Rodri, en Almería y de chilena tras un centro de Navas que no pudo rematar correctamente Squillaci. Mientras el chaval, de 19 años, se quitaba la camiseta y celebraba haciendo un flip-flap, vasos, servilleteros y sillas volaron por el Tea & Coffee de Viapol. Nos metía en el último minuto de la prórroga de la Liga en una Champions en la que ni llegamos a entrar por una mala gestión de José María Del Nido y Monchi. Ahí comenzó la ruina.

Y la final de Copa. La primera cola mortal que hicimos para conseguir esta entrada. A partir de aquí, puede decirse que la historia del Sevilla es hacer colas asquerosamente organizadas en la que a los aficionados se nos trata como a animales. Menos mal, diez años de desplazamientos masivos han servido para que se den cuenta de que tienen que abrir las puertas del Estadio para hacer la cola en condiciones. El Sevilla ganó la final del sombrero 2-0 a un Atlético de Madrid temible al que humillamos en la grada siendo la mitad que ellos. El respeto que se pidió aquel día nos fue concedido hasta el final, cuando a los atléticos, orgullosos en la derrota, les tocó cantar. Muy parecido a nuestra última final en el Calderón.


Un canterano debutaba ese día cubriendo nada más y nada menos que al  jugador con más calidad que ha dado la Carretera de Utrera: Antonio Luna contra José Antonio Reyes. Los goles, de otros dos canteranos, Diego Capel en la primera parte con el eterno 16 a la espalda y Jesús Navas al final para cerrar el encuentro. Después de lo visto el domingo, cambiando el rival por el estadio, se me parecen mucho las dos últimas finales de la Copa del Rey. Tras el pitido del árbitro se escuchó más a los atléticos, que durante el partido solo dieron color a la grada. Lo mismo que nosotros en el Calderón. La primera Copa dedicada a nuestro canterano más querido. Ese verano el Barcelona nos quitó los pajaritos de la cabeza en la Supercopa de España, la segunda final que pierde el Sevilla.

Y llegamos a la temporada 2010-2011, el único año en el que coincidimos en el mismo instituto mi madre (como profesora), mi hermano y yo. El año de segundo de bachillerato, las fiestas de los dieciocho cumpleaños y de Mallorca. Daría lo que fuera por volver un día a esa etapa de mi vida en ese instituto que tiene por nombre el barrio del sevillismo. Dos empates en casa y una derrota frente al Hércules, además de la descalificación de la Champions antes comentada, provocó la destitución del mariscal Antonio Álvarez y la llegada del profe Manzano. En invierno fichamos un nuevo centro del campo, Iván Rakitic y Gary Medel, pero vendimos a Luis Fabiano al Sao Paulo. La temporada transcurrió jugando en la banda de Navas, quien se lesionó dos veces, pero Negredo asumió su papel de Luis Fabiano marcando 26 goles en todas las competiciones, además de los 21 de Freddy Kanouté. Perdimos cinco partidos en casa, los cuatro primeros en apenas dos meses, frente a Mallorca, Getafe, Almería y Espanyol. No se destituyó a Manzano hasta final de temporada.

El quinto que perdimos es el que mejor recuerdo: Sevilla 2 Real Madrid 6. 7 de mayo de 2011, sábado de Feria. Tras años de jugar a la Play y estudiarme la carrera en el ordenador, mis ojos están cansados. El oftalmólogo, a toro pasado, me explicó que no segrego lágrimas. Bien, pues aquella fue la segunda vez en mi vida que lloro a moco tendido, esta vez de orgullo y de impotencia, de rabia, mientras me partía la garganta en Banco de Pista de Fondo y Cristiano Ronaldo nos humillaba. Ya había discutido en el Ramón Sánchez Pizjuán antes, cuando la grada se dividió con Jiménez, pero ese día lo entendí aun menos. Me dijeron que me sentara, que querían ver el fútbol, mientras que yo les gritaba que se levantaran, que no hemos venido a ver a Cristiano, sino a los Biris. Y a cantar con ellos.
Había gente tan jodida de la cabeza en aquella grada que ni pintarlos con los peores colores los hubiera hecho más extravagantes o aterradores. Y aquellos colgados, unidos al resto de la afición que se apelotonaba detrás de la portería de gol norte (hay que decirlo: una mayoría perfectamente normal), conformaban el principal espectáculo que ofrecía el Sánchez Pizjuán. Sí, ya sé; nadie paga una entrada para mirar a una grada. Pero ¿quién en su sano juicio pagaría por ver noventa minutos de centros pasados de Rafa Paz? Los de abajo, los que corretean en calzoncillos por el césped, no son los protagonistas, son las estrellas invitadas. Los fijos somos nosotros. Los espectadores que se sitúan en otras localidades muchas veces se preguntan qué se hará ante un partido importante en gol norte, esperan que la animación sea atronadora, que desde ese rincón del estadio se cree una olla a presión. Que gol norte cumpla su rol como si se tratara del goleador o del hombre de más talento del equipo. Incluso se enfadan en alguna huelga de animación, confiriendo a esa grada, aun con insultos o reproches, involuntariamente, su verdadero papel de protagonista. Crea el ambiente, pone en tensión a los rivales, es capaz de hacer llorar a un jugador contrario.

Cuando terminó, el resto de la grada no volvió a decirnos nada. Muy al contrario, el sevillismo del Banco de Pista de Fondo que pega con Gol Sur, a partir de ese día, animaba cuando mi abuela animaba, o sea, cuando nosotros animábamos, y se levantaba cuando lo hacíamos nosotros. El Sevilla acabó quinto y cayó en semifinales de Copa. El Madrid volvería a robarnos con el gol de Luis Fabiano que sacó Albiol de dentro de la red, pero volvimos a la UEFA. Con respecto a este gol fantasma, no soy objetivo. Es una cuestión de percepción, los linieres no son máquinas, no supieron en ese momento si fue gol, pero no lo concedieron por ser de quien es y contra quien.

Esta historia no estaría completa sin mencionar a muchos de los que, por suerte, he vuelto a ver este último mes. Digo “por suerte” pensando en nuestra desgracia. El pasado 4 de julio la vida se llevó al cielo a tres de nuestras niñas del Nervión: Esther Verdugo, Rosa González y Virginia Barea. A las tres las conocí en esta época. Puedo sentirme afortunado de haber sido su amigo, además de haberme enamorado concretamente de Virginia.

La mayor parte de los lectores no las habrá conocido y no me siento en el deber de presentarlas. Sin embargo, ustedes sí saben lo que es un equipo, un grupo, una familia. Quiero recordar que la vida, como el fútbol, no es justa para todos. La justicia la impartimos los humanos y cuando pasan estas cosas, esta justicia también la compartimos.

La consecuente justicia que se ha derivado no es fruto de la pena. Como en el caso de Antonio Puerta, el cariño y el respeto, el amor, han vuelto a unir a un grupo de amigos para honrar a los que faltan. Y para honrar la muerte de nuestras amigas hicimos de nuestro estadio particular una caldera. Hemos cantado, bailado, brindado y bebido por ellas y por nosotros. Estoy tremendamente orgulloso de todos ellos, me han ayudado a estar mejor y a intentar que ellos lo estén. Si yo puedo, ustedes también.

Esta publicación está dedicada, como el resto de nuestras vidas, a ellas. Y poco a poco iremos muriendo todos, y espero que el resto se lo tome de la misma manera. Es lo que llamamos “justicia poética”.

Planten árboles, escriban libros, tengan hijos. Denlo todo hasta la muerte sin esperar nada a cambio.


PORQUE ALGÚN DÍA NOS MORIREMOS, PERO EL RESTO NO

martes, 28 de junio de 2016

2. LA PERSONA MÁS POPULAR DE SEVILLA. 2006-2007

El gesto de Kanouté lo decía todo: “corten, toma buena”. La vida seguía y los cielos no se abrieron. Entonces salieron sevillistas de las piedras y el campo se llenó de abonados madridistas con dinero. Recuerdo cómo me disgustaba que ganara, a la vez que disfrutaba con el mejor fútbol que se ha visto en esta ciudad. Aún no entendí, hasta muchos años después, que lo mejor estaba por llegar. Que nos parecía muy poco y queríamos más. Nos inscribimos en la lista de espera de abonados junto con mi tía Lola y mi abuela Rosario. Mientras, el Sevilla de Juande ganaba la primera Supercopa de Europa tumbando a unos de los mejores equipos que hemos visto, el Barcelona de Ronaldinho, en Chipiona. En Chipiona, pero en Mónaco. Ese día mi abuela cumplió 70 años, 25 de agosto de 2006.

Puede que ordenar tu memoria y tu vida basándolas en un equipo de fútbol no sea lo ideal para llegar a ser una persona formada, recta y decente. Debe de ser difícil tener un amigo al que no puedes hablar de según qué tema si no es para darle la razón en todo, con el que no puedes contar con seguridad sin antes haber echado un vistazo al calendario de liga. Sin embargo, el 16 de octubre de 1999, día en que le hicieron una fiesta sorpresa a mi abuela por su octogésimo cumpleaños, que ya hay que tener huevos para darle ese susto a una señora tan mayor, vi que, quizás, no había desperdiciado todos aquellos años. Cuando todos fuimos a rodearla y felicitarla, con la pobre mujer arrasada en lágrimas, en el momento en que llegó mi turno de darle dos besos, me paró, me cogió de los hombros y me dijo, completamente feliz: «Oye, que el Sevilla ganó el partido». No supe a qué se refería en un primer momento, hasta que caí en la cuenta de que cinco días antes le habíamos ganado al Betis por 3-0 en Nervión. A todos sus hijos y nietos les dijo lo mismo, les dio las gracias. A mí me vio y se acordó del Sevilla. De que había visto el resultado y pensó en lo contento que estaría. En que su nieto el tarado, el que no le hablaba nunca de estudios ni de hijos, sino de derbis, viajes a Albacete o Salamanca, estaría exultante por unas horas. Lo siento por «los normales», pero estos momentos no los vivirán nunca. No se ganan en un día, no te los regala nadie. Hay que currárselos. 

Lo siento por los normales. Mi abuela este año cumplirá, en Chipiona, ochenta años. Setenta y dos años de sevillismo de radio y de entrar en el campo los cinco minutos antes de que acabe el partido, cuando abrían las puertas, y ocho de gloria, de abono y de títulos. Es, además, una de las personas anónimas más populares de los barrios de Sevilla, un logro que Jabo con 80 años puede igualar. Va por buen camino. Rosario Fernández García nunca estuvo en una final hasta el domingo pasado en Madrid.

La historia sigue. De esa UEFA recuerdo los cuartos contra el Tottenham, un Jueves Santo en la grada alta de Gol Norte al que fuimos sin decir nada a mi madre. Robbie  Keane a pase de Berbatov abrió el marcador y empezamos a remontar desde el minuto 3. En el 19 Freddy le bailó una sevillana a Robinson en el penalti y el segundo lo hizo Sasha. Nosotros estuvimos arriba desplegando lo que ya era nuestro Santo Grial.

El gol de Palop, que lo vi con Santi en casa. Ganamos la UEFA en Glasgow. Con nuestro padre en el auditorio Rocío Jurado, pero en Glasgow. 




 Ganamos la cuarta Copa del Rey inundando Madrid en un desplazamiento muy parecido al de la última final contra el Barcelona. Nos roban la Liga, pero el Sevilla da la sensación que aún tenemos, la de Mejor Equipo del Mundo. Un sevillista en 2007 le ganaría un partido de tenis a Federer o una carrera de fórmula uno a Schumacher simplemente por llevar ese escudo. Un año después tendríamos incluso un coche en la Fórmula Superleague.

El 24 de junio conseguimos, en el Sánchez Pizjuán y por segunda vez en la Historia, la clasificación para Segunda División con el Sevilla Atlético.  Tras cuatro años seguidos peleando el playoff, el Sevilla de Manolo Jiménez ganó al Burgos 1-0 con gol de Lolo, entonces capitán. Además de Lolo, de esa plantilla se recuerdan Diego Capel, Fazio, Salva Sevilla, Javi Varas, Alejandro Alfaro o Crespo. El pasado domingo lo volvimos a conseguir, de la mano (y de los pies) de Diego Martínez y Churripi con una tanda de penaltis de infarto. Volvemos a ser el mejor filial español y a los jugadores, y especialmente a Paco Tena (número 8 y capitán como yo) no les deseo la Segunda. Les deseo la Champions.


El 19 de agosto nos cobramos la venganza de la Liga en la Supercopa de España. Y nada más y nada menos que en el Santiago Bernabéu. El día de la vuelta en el feudo galáctico el Sevilla demostró lo que era: un equipo muy superior al Real Madrid. Renato dos veces y Kanouté con un triplete se encargaron de humillar a la empresa deportiva más rica del mundo en su estadio.

Justo cuando comienza la temporada, cuando mi abuela cumple los 71 en Chipiona, Antonio Puerta, el que nos llevó a este bucle de gloria infinita, se desvanece y cae en el suelo de Gol Sur. El Sevilla gana al Getafe por 4 a 1, pero la alegría se nos va. Al día siguiente volvemos a Sevilla para entrenar, yo con el Cerro y Jabo con el Nervión. Es la primera vez que me recuerdo llorando a lágrima viva, con un recorte de periódico de ese primer viernes de feria de gloria sevillista. Era muy pequeño, pero entendí, también con el Sevilla, que la gente moría. Tres días después, antes de ir a entrenar a Hytasa, estábamos en casa de Medrano cuando dieron la noticia por radio. No me hicieron ficha en ese equipo, pero desde luego, esa tarde fui a entrenar. Es lo que él hubiera querido. Quedándome con lo bueno, el mártir sirvió para unir a las dos aficiones contrarias. Sevilla y Betis lloraron, al igual que el Espanyol poco tiempo después, por Antonio.


31 de agosto de 2007. Tres días después de la muerte de Puerta el Sevilla podía ser el primer equipo que ganara dos Supercopas de Europa consecutivas. Benditos problemas del ser sevillista. Un rival que todo el mundo recuerda: el Milán de Ancelotti, Pirlo, Kaká y Seedorf. Me sé la plantilla completa.


Renato nos adelanta en el primer tiempo, pero el Milán, todo un equipo señor del fútbol, con el apellido de Antonio bajo sus dorsales, le da la vuelta al marcador y hace que el Sevilla pierda la primera final que recordamos.


miércoles, 15 de junio de 2016

1. CUANDO UN BÉTICO CONOCE A UN SEVILLISTA. 2005-2006

Comienzo esta crónica desde el mejor sitio para una derrota: la última fila del autobús de la 24-7. Acabando una semana previsiblemente maravillosa, solo queda pensar en cómo celebrar mañana una derrota. Seguramente será curioso. Lalo, a mi derecha, sigue haciéndonos reír aún en estos momentos. Mirándose la mano a lo Beto en Turín, dice por ejemplo: “Soy el Mozart de los coños”. Sí, terminó la semana de las finales y estamos vivos. Apretujaos, cansaos, sudaos, pero vivos. Cruzando los Campos de Castilla con una sonrisa en los labios.
El Sevilla F.C. ha ganado tres partidos fuera de casa esta temporada: contra el Bilbao en UEFA y contra el Betis y el Logroñés en Copa. El balance: clasificación directa a la Champions, campeón de la UEFA por quinta vez en 10 años y por tercer año “in a row”, como decían los amigos “reds”. Tenemos dos Supercopas, una de Europa y otra de España, para este verano contra dos de los tres primeros equipos españoles de la clasificación. Unai Emery hace cinco días escasos superó al mejor entrenador de la Historia del Sevilla hasta la fecha con frases como: para jugar así nos quedamos en casa. Quizás él también sea de los que piensa que en las finales nunca existe un equipo sevillista visitante.
El Sevilla nunca nos dio de comer, ni tampoco nos paga la bebida. No nos agradece los decibelios generados durante los 90 o los minutos que sea que dure el choque. No nos paga los viajes, ni tampoco los distintos fármacos contra el dolor de garganta, la fiebre, las quemaduras de la piel o lo que nos pase por seguirlo. Ni siquiera ha ganado tres puntos para los desplazados durante todo un año.
Acuérdate de lo que te dijo el abuelo: «Yo no tengo que animar al Sevilla. Es el Sevilla quien tiene que animarme a mí a base de goles. Yo pago, ya aporto más que suficiente». La puta verdad. A ver si encima de que son peores que una patada en los huevos voy a llegar afónico a casa, no por haberme cagado en sus muertos, sino por haberlos animado. Hasta ahí podría llegar la broma. ¿Pero qué te has creído que es esto? Es un negocio y tú, la comparsa. Nadie te va a pedir perdón por el fichaje de Dassaev, que, aparte de meterse goles él solo, era tan dado a caerse con el coche en el foso del rectorado. Nadie va a disculparse por llevar engañándote tres décadas con una historia insostenible; nadie da la cara por vosotros cuando ponen un partido a las once de la noche de un domingo. Ninguna grada remata los córneres. Si así fuera, los griegos y los turcos tendrían más Copas de Europa que nadie y muchos grandes estarían en regional, sin japoneses que les ladren
Pero nos representa. Y lo representamos allá donde vamos. Vacilamos de ciudad y de manera de ser contra cualquiera que nos pregunte, Nos une, nos hace más sociables y nos crea más enemigos. Nos hace perder tiempo, salud y dinero. Es una forma más de entender nuestra vida y la de los demás. Benditos los problemas del sevillista.
 Acude a su pueblo o ciudad un impresentable que lo observa todo con aire de condescendencia. Habla a voces, sonríe todo el mundo con una excesiva simpatía que a los tres minutos más parece soberbia que afabilidad. Enhorabuena, señora: un sevillano ha llegado a su localidad. Nuestra particular forma de ser, basada en que la suprema universal de medida es la ciudad de Sevilla, de la que presumimos de hasta del agua del grifo, nos ha acarreado la antipatía de casi toda Andalucía, donde mejor nos conocen, más nos sufren y raro es el municipio donde se nos soporta sin ningún tipo de altercado. Esta dudosa manera de conducirse por el mundo también tiene su lado bueno. Los equipos grandes no suelen pasarlo bien en ninguno de los estadios sevillanos. Hasta 2006 no se fundó en Sevilla una peña madridista, la cual duró muy poco; y los niños, en el colegio, después de preguntarse su nombre, siempre se interrogan acerca de qué equipo son, si del Betis o del Sevilla, siendo cualquier respuesta que se aleje de esta dicotomía por completo inaceptable
 Me es imposible comenzar a escribir nuestra historia desde otro momento que no sea la temporada del Centenario. Se hicieron las banderas que aún cuelgan hoy de las casas sevillistas, blanco sobre rojo.
Entraba en el Instituto Fernando de Herrera el 15 de septiembre de 2005 perfectamente indumentado con mi nueva camiseta del Sevilla: blanca con detalles rojos, el logo del centenario en las rejillas laterales y todos los jugadores que defendieron este escudo durante cien años escritos. Entraba en una clase de pijos bilingües de francés y en la que no conocía a nadie. En el primero que me fijé, por aquello de que iba vestido exactamente igual que yo, pero de verde, fue en el que ahora es mi hermano bético, Santi Roldán. Cuando mis hermanos, el bético y el de sangre, se conocieron, fue en casa del primero. Un 14 de junio de 2006. El segundo iba vestido con la misma camiseta que les cuento pero en negra con su nombre y dorsal:
J A B O

1

Jabo y yo éramos vecinos de Santi y ninguno lo sabíamos. Desde el balcón de casa de Santi se ve el nuestro, y se lo dije. Él respondió: “¿Tú eres el que lleva con la bandera roja colgada todo el año? Pues no me he cagao veces en tus muertos”. España ganó 4-0 ese partido con dos goles de Villa, uno de Alonso y otro de Torres.
Pero no adelantemos acontecimientos. Una plantilla de muchas dudas, que podría haberse metido en Champions el año anterior de no ser por el eterno rival, suelta a sus dos estrellas por varios millones de euros: Sergio Ramos y Julio Baptista. Los fichajes, el más ilusionante el de Saviola, y el nuevo entrenador, en vez de mi padre futbolístico, Joaquín Caparrós, es Juande Ramos. Aún no teníamos carnés del Sevilla. De esa UEFA recuerdo especialmente un partido que no vi por estudiar mi primer examen de francés: Sevilla 3-0 Besiktas, con una asistencia de Kanouté a Saviola y dos goles más del gigante de Mali a pases de Alves. La agonía radiofónica tuvo su recompensa y saqué un 7.

También recuerdo los cuartos contra el Zenit. Superioridad en el campo y en el resultado en el partido de casa, 4-1 en Nervión, pero la vuelta en San Petersburgo se complicó. Los que bromeaban con que el Sevilla tenía una segunda casa en Petrogrado por aquella época no se equivocaron: volvimos por tercera vez a Rusia, volveríamos otra vez y el Zenit es un equipo hermano, pero el clima hizo de nuestra nueva casa un infierno. Entre la nieve y el barro sufrimos un gol a principios de la segunda mitad, pero Kepa, quien protagonizó un hecho sin precedente para mi memoria futbolística (gol y expulsión en solo 5 minutos) empujó a la red una contra y servicio de Daniel Alves. Probablemente, y mira que es difícil, el mejor partido que yo haya visto del correcaminos de Bahía, quien actuó en todas las posiciones exceptuando la portería e incluso falló un penalti.

Monchi, hasta entonces y hasta ahora el mejor director deportivo que este club tendrá nunca, casi se marcha sin siquiera empezar. Nos lo cuenta Roberto Arrocha:
Ocurrió en el mes de abril de 2006. Es decir, hace prácticamente diez años. Monchi le dijo a su entonces presidente, José María del Nido, que tenía que comentarle algo y que le gustaría decírselo cuanto antes. Lo hizo. «Me voy. Tengo algunos problemas personales y quiero probar una nueva experiencia. El Almería quiere contratarme», fueron, a grandes rasgos, sus palabras al abogado. Justo antes de jugar la ida de las semifinales de la UEFA, ante el Schalke 04 y en Alemania, Monchi aprovechó para soltarle de un plumazo a su presidente lo que sentía. Quedó liberado y viajó hasta Gelserkichen de una manera mucho más tranquila.Sin embargo, a medida que iban pasando los días, y cuando ya había trascendido cuál era su decisión, Monchi empezó a sentirse mal. Cada día se le hacía más pesado y cada noche le costaba dormir más. Hasta que el domingo previo a la vuelta ante el Schalke, en aquel glorioso jueves de Feria con el que Puerta metió al Sevilla en su primera final europea, buscó a Del Nido y con la mirada ya le empezó a decir que tenía algo que comentarle. Lo hizo con muy pocas palabras, tal vez, las únicas que le salían del corazón. «No me puedo ir. Lo que siento no me deja
Llegamos al día más especial de la historia del sevillismo: 27 de abril de 2006, jueves de Feria.
Ya en la grada, después del calentamiento de ambos equipos, salió el Arrebato a cantar el himno. Era todo demasiado perfecto. Un día radiante de abril en Sevilla, en Feria, campo lleno, afición volcada, un equipo realmente bueno, el himno, las bufandas. Sería una derrota memorable. Mi pesimismo o cualquier indicio de raciocinio se disipó en el momento en que cayó, cubriendo toda la grada baja de gol norte, el banderón que mostraba a Astérix y Obélix, vestidos de rojo y blanco, con la Copa de la UEFA en sus brazos, huyendo de tres tíos vestidos del Steaua de Bucarest, Middlesbrough y Schalke. El verdadero espectáculo de estos tifos está debajo de la bandera. La gente empieza a cantar en bloque sabiendo que el partido está a punto de comenzar. Cuando los abonados de las esquinas de la grada de gol norte se levantan sabemos que acaba de salir el equipo. Siempre me decía lo mismo entonces: «Ya está ahí el Sevilla». Gritos, avalanchas, banderas, alguna bengala. Y cuando por fin se levanta el telón que tenemos delante, como un caballo de carreras al que le quitan la venda de los ojos y el freno de la boca, ya no se puede parar.
Es la primera vez que recuerdo que se cuelga el cartel de no hay billetes, y la segunda ha sido diez años después, el otro día, contra el Shaktar. Ese jueves fue la primera y única vez que nos montamos en un coche de caballos. Aún no se acostumbraba la gente a ver bufandas del Sevilla en la Feria. Diez años después, cualquier jueves. Antena 3 tenía el derecho de televisión de ese partido, pero no lo emitió. Aún no saben lo que se perdieron. Fue el primer partido que Sevilla FC Televisión, a través de la tele alemana ZDF, retransmitió, y nosotros lo vimos en un bar de Castilleja de la Cuesta con mi padre de una manera parecida a esta. José Lobo, en cambio, lo sufrió en Gol Norte.
En más de media vida detrás de una portería te acabas acostumbrando a una imagen fija del fútbol. No me gusta ir a preferencia o fondo, aunque es obvio que se ve mejor. Se ve demasiado bien. El gol del ascenso de Inti Podestá en la portería de gol sur no lo celebró nadie con más euforia que los hinchas de gol norte por la incertidumbre de asegurarnos si en efecto había entrado o no. También sabes a la perfección cuándo un tiro va entre los tres palos y cuándo saldrá fuera, por mínimo que sea el desvío del disparo. Cuando Antonio Puerta recogió el pase de Jesús Navas y le pegó de primeras a la pelota sabía que iba adentro. En las aproximadamente setecientas veces que he visto ese gol, siempre pienso lo mismo: «gela, hijo de puta». Con el miedo por la incertidumbre del resultado, el cansancio de tantos días sin comer y los tres paquetes de tabaco que llevaba en los pulmones aquel día, lo que en realidad dije, al ver salir el balón de la zurda de Puerta fue: «Hostia, gol». Tan inconcebible como si de pronto viera un segundo sol en el cielo. Hostia un gol del Sevilla que supone una final. Un gol de los míos que valdrá algo más que unos puntos. En este estadio que parece construido para otros, en el que los dos partidos de más importancia que se han celebrado aquí son aquel Alemania Federal-Francia y la final de Copa de Europa entre Barcelona y Steaua. Un gol de un canterano, sevillano, nacido en Nervión, en el minuto cien de partido del año cien de nuestra historia. Ya digo. Todo era demasiado perfecto

Primera celebración en la portada y en la Feria, de tantas que quedan. Estábamos en la Final de la UEFA. 10 de mayo de 2006. Aunque lo viésemos en casa de mi padre, todos fuimos a Eindhoven. Al pensamiento se me viene la cara del incombustible portero australiano mientras entra la pelota y Jesús Alvarado narrando el primer gol del Sevilla moderno en una final: “Luis Fabiano de cabeza…”.
 Maresca metió el segundo, los ingleses se vinieron abajo, les cayeron dos más, y se acabó. A la salida, perplejo, viste al resto de sevillistas buscar las lanzaderas que los llevarían al aeropuerto. Tan normal como otro partido cualquiera. Pensabas que el día que el Sevilla ganase un título se abrirían los cielos, aparecería un tío con barba y un triángulo encima de la cabeza y, mientras un coro angelical entona el Sederunt Principes, te dijera: «¿Lo ves, cacho mamón? ¿Ves como todos estos años iban a tener recompensa? ¿Ves como había que perseverar despreciando la razón, el sentido común y hasta el más elemental decoro? Anda. Ve y vive. Tu fe te ha salvado». Algo, coño; alguna señal. Pues no. No pasó nada. Del mismo modo que tras Oviedo no se hundió el cielo sobre la tierra, después de Eindhoven la vida seguía. Se han quedado contigo

viernes, 13 de marzo de 2015

SFC (1-3) VILLARREAL. "LA JUSTICIA NO EXISTE"

El Sevilla F.C. consiguió anoche en Villarreal, Castellón, un resultado casi perfecto para el pase a los cuartos de final de la UEFA Europa League. El partido comenzó a ganarse, como siempre, días antes. Ilusionada la afición tras el sufrido pase contra el Borussia Mönchengladbach, cientos de sevillistas hicieron noche para comprar su entrada el pasado jueves. Las taquillas abrieron a las diez de la mañana y el precio acordado entre ambos clubes, 10 euros, repercutió en el aforo de ayer. 2000 personas viajaron desde Sevilla hasta Villarreal, en su mayoría en autobús. 24-7 SFC Fans realizó su segundo desplazamiento de la temporada, pero el primero en completarse, pues en diciembre y culpa de dos pinchazos de rueda los híbridos no llegaron a su destino, entonces Vallecas, en Madrid. 

La expedición partió a las 5 de la mañana del mismo jueves desde el mosaico de Gol Sur del Ramón Sánchez Pizjuán. A pesar de lo intempestivo de la hora, pocos pudieron dormir. Ángel el “Canijo”, nuestro speaker, protagonizó el show desde  temprano altavoz en mano y en el centro del colectivo. En la primera parada, aun de noche, alguien encendió una bengala. En la segunda coincidimos con más transportes rojiblancos y arengamos a nuestras tropas apenas amanecido y desde lo alto de las mesas del restaurante: era momento de que el resto aprendiera los nuevos cánticos de 24-7, tan bien acogidos últimamente en Gol Norte. 

Antes de la tercera parada la tensión se palpaba en la expedición. Dejábamos atrás Andújar, Jaén, el destino que nos deparó involuntariamente nuestro fallido viaje de diciembre. Despedidas con la mano mientras recorríamos la salida a la localidad jiennense, bromas, relax. Para las 3:30 24-7 estaba ya en Villarreal, otro pueblecito español, pero a más de 700 kilómetros de casa por autopista. Localizado el Estadio del Madrigal, el sevillismo se reunió en un parque de columpios cercano. Toda la tarde se rió, se cantó y se bebió, mientras los rezagados iban llegando y colgando sus banderas. Asistimos al despliegue de una lona gigante de Biris Norte que rezaba “SEGUIMOS AL CAMPEÓN”. Habíamos seguido a nuestro tricampeón de la UEFA hasta allí mismo, pero el cruce podría haber sido distinto: más lejos, probablemente hasta Italia, posiblemente más difícil. La tarde pasó fugaz y las prisas por entrar al Estadio sobrevinieron en un abrir y cerrar de ojos: “¿Dónde está mi entrada?”, “¿Me dejarán meter la bandera?”. Vi cómo nuestros compañeros escondían la conocida bufanda con la palabra “ANTIBÉTICOS” por miedo a perderla en la puerta. A otro compañero le obligaron a ponerse una sudadera porque llevaba un polo del Kolectivo Sur del Xerez C.D. Esto se debe a que ayer la Comisión Antiviolencia y la UEFA declararon el partido de alto riesgo y prohibieron la entrada a “mensajes o expresiones de contenido violento, xenófobo, racista” o que incluyeran alusión a la palabra “ultra” en todas sus extensiones. Como si las banderas pudieran herir a alguien. Durante años acostumbramos a escuchar el discurso de que “el público es soberano”, pero parece que esta soberanía la ha perdido por completo. El fútbol como vehículo de expresión de minorías ha muerto en su totalidad. Al menos no nos quitaron los bocadillos.


El Estadio del Madrigal fue construido en 1923 y pocas veces ha ampliado su aforo, aunque ha sido remodelado varias veces conforme el Villarreal escalaba divisiones. De 22.000 aficionados en 2005, con motivo de la clasificación a la Champions League construyeron la nueva jaula y ampliaron hasta 25.000 el aforo. La jaula es de metacrilato desde el suelo hasta la mitad y tiene una gran viga de acero como tope que dificulta la visión interrumpiéndola: si un equipo cruza de campo tienes que asomarte a la otra parte, cubierta por una red, para continuar la jugada. Además no se alcanza a ver desde ahí arriba la portería que defiendes si estás en ese suplemento del campo y tienes que subir unas interminables escaleras para llegar a ese Gol Norte. El Gol Norte desplazado, nuestro Gol Norte, convirtió esas dificultades en anécdotas. Unai Emery apostó por un 11 anoche de contención, dejando en el banquillo a Éver Banega, válido para la posesión pero poco adecuado para un partido de ida y vuelta, e introduciendo otro centrocampista, más defensivo pero llegador, Stephane Mbia. El primer gol fue el récord en la Historia de esta competición bendita para el Sevilla. 13 segundos. Saque de centro, pelotazo de Nico Pareja desde nuestro campo, peinada de cabeza hacia atrás de Vicente Iborra y la pared de Kevin Gameiro con Vitolo, que culminaba el pase picado al hueco definiendo con la izquierda tras pararla con el pecho y sin dejar la pelota caer. Vitolo, siempre titular desde que llegó, ha pasado de ser jugador con detalles de super estrella a brillar por sí mismo en lo pragmático: anotar y asistir. Este pragmatismo lo lleva a ser un jugador franquicia, y él responde siempre mejor de lo que se espera. La titularidad de Gameiro obedece a la racha floja de su compañero en el ataque, Carlos Bacca. Parece que se le está haciendo la temporada larga al cafetero, mientras que el galo aporta la movilidad para crear huecos a los que vienen desde atrás. La  reacción del submarino amarillo no se hizo esperar. Lucho Vietto tiró al larguero en la siguiente jugada. La posesión era, como auguró Emery, del Villarreal, mientras que el Sevilla a la contra hacía más daño. Mbia volvió a marcar de cabeza en tierras valencianas, esta vez un balón centrado desde la izquierda por Benoît Trémoulinas que la defensa amarilla no tuvo que dejar botar y que el árbitro y los asistentes no tuvieron que dejar subir al marcador por fuera de juego. Inexplicable el colectivo arbitral; cuanto más se amplía, más se equivoca. Corría el minuto 25 y hasta el final de la primera parte el Sevilla hizo lo posible porque se jugara poco. Otro larguero, esta vez de Aleix Vidal, avisaba de que la vuelta les iba a ser difícil a los amarillos. En la segunda parte, Vietto, el más activo de los locales, logró un gol rematando una jugada trabada donde había dudas de fuera de juego. El tanto fue celebrado dos veces y dos veces cantado por megafonía, pues los asistentes necesitaron un referéndum para lograr quórum. En la siguiente jugada la estrategia mató el partido y probablemente la eliminatoria: otro balón largo de Pareja que cabeceó Iborra para propiciar la segunda jugada, ponerla al punto de penalty y machacar Gameiro con la buena midiendo perfectamente los tiempos. Marcelino García Toral, extécnico sevillista y actual entrenador del Villarreal, fue expulsado entonces. Demasiadas emociones para todos. En la rueda de prensa consideró que el resultado no había sido justo. Debe saber que la justicia no existe en el fútbol. El toque, el juego bonito y la posesión de balón no sirven de nada si el otro defiende y ataca mejor. Pragmatismo, bilardismo, resultadismo, eso es lo que vale para la competición, aunque no valga para la televisión. Los 2000 de ayer y todos los hinchas del mundo lo saben: la alegría está en celebrar goles y victorias, no en ver a tu equipo supuestamente “jugar bien”. La alegría era ver que, hasta el final, por más que tiraban, más fallaban o más paraba Sergio Rico, nuestro joven portero que está cogiendo galones a fuerza de hacer Historia en eliminatorias. Cuando salimos del Madrigal para buscar nuestro autobús nos encontramos uno con la luna trasera derecha destruida. Dicen los medios que actualmente los responsables están bajo disposición policial. Estas cinco horas que esos 55 sevillistas fueron retenidos en Villarreal a la espera de solución las convirtieron, como sevillistas que son, en anécdota. El domingo viene el Elche y la semana que viene vuelve el Villarreal. La eliminatoria no está cerrada. Cantaremos un día más, lucharemos una semana más. Toda nuestra vida.


24-7 SFC FANS